SOMBRA Y LUZ DE LA POESÍA
I
Sobre un horizonte rojo languidece y cae la tarde
el sol se va despidiendo entre surcos y bancales
y la levísima brisa que peina los olivares
parece que va sembrando armonías vegetales.
Inmensos mares de trigo hasta el horizonte ondean
y esperan con impaciencia los rigores de la siega.
Le antecede la cebada ya que por ella se empieza,
poniendo a punto las hoces que segarán las cosechas.
Inclinada hacia el ribazo brinda sus frutos la higuera.
Una gama de hortalizas se recoge allá en las huertas
y por doquiera, el almendro nos regala sus almendras
y se amontona apretado el cereal en las eras.
En una verde colina se ve un pueblo en la ladera,
tiene en el centro una plaza y sus calles son de tierra.
En la plaza hay una casa que queda frente a la iglesia
y en su fachada un balcón con rejas, sobre la puerta
donde cuando sale el sol en las horas mañaneras
se asoman dos ojos negros dueños de mis ansias previas.
Son los ojos de una niña de labios como las fresas
que robaron mis sentidos, locos de tanto quererla.
II
¡¡Que bonito!! El marco es el adecuado…
Pero ha llegado el momento de cruzar al otro lado.
Allí todo es más oscuro, las luces se han apagado.
Apretemos bien los puños y a ver que nos encontramos.
III
Con aquel telón de fondo es fácil escribir versos,
no es necesario esforzarse y habría que estar muy espeso
para no ver que el poema que sólo mira este espejo
te proporciona en bandeja los más usados conceptos.
Un autentico poeta no debe entrar en el juego
de reflejar con su pluma sólo lo lindo y perfecto.
De declamar ñoñerías que halaguen el alter ego
y ensalcen la estupidez y la languidez de seso
de los que ven la poesía como si fuese un placebo.
Los artistas tienen armas para deshacer entuertos.
El pintor con sus pinceles denuncia abusos concretos,
el músico, en ocasiones lanza al aire sus lamentos
y el poeta, su palabra y la rítmica del verbo.
La poesía penetrante y dura como el acero
además de ser honesta no puede ser un florero
que se coloca en la mesa con flores de invernadero.
Hoy han pasado los años y el pueblo de aquel poema
ha sufrido una catarsis adosado a su ladera.
El olvido se ha adueñado de sus calles polvorientas.
Se han cerrado los hogares, se ha derrumbado la iglesia.
Y aquella niña morena ya no borda tras su reja
ni en las piedras de la plaza sigo grabando mis huellas
ya que igual que tanta gente que llora sus penas fuera
emigré a la gran ciudad huyendo de la miseria.
Aquellos campos que un día sus frutos preciosos dieran
quedaron abandonados allá en Castilla la Vieja.
La reconversión salvaje saltó del mar a la sierra.
Arrancáronse viñedos amplios en Jumilla y Yecla.
Se hicieron artificiales plantaciones que a la fuerza
de explotaciones absurdas dejaron yermas las tierras.
Ahora los campos no dan más que abrojo y malas hierbas,
pasaron de ser jardines a convertirse en estepas.
Mas la poesía valiente no puede quedarse quieta
pues tiene que denunciar que esas cosas fueron hechas
para que unos cuantos golfos hinchen así sus carteras
y el pequeño campesino se quede siempre a dos velas.
El poeta que es poeta tiene los pies en el suelo
y se viste de paisano cuando recita sus versos,
si toca reír se ríe, si llorar, llora en silencio
y canta, tanto al amor, como al odio y al desprecio.
Le duelen las injusticias por eso arriesga el pellejo
y denuncia el mangoneo de hipócritas y perversos
que hacen de su capa un sayo y explotan a los obreros
y derrochan y malgastan fuertes sumas de dinero.
Hablan de escasez y crisis con semblante lastimero,
hablan de rebajar sueldos cuando están ya por los suelos,
hablan de esfuerzos atroces, mas ¿que coño saben ellos?
lo que cuestan el aceite, las patatas o el cordero.
No se preocupen, ya acabo, pues molestar más no quiero
pero déjenme decirles lo que yo opino del verso.
Puede ser frívolo, “aguado”, comprometido, sincero.
Como el poeta lo sienta donde y en cada momento.
Pedro Ortuño
jueves, 9 de julio de 2009
jueves, 4 de junio de 2009
¿POR QUÉ SE SUICIDAN TANT@S POETAS?
¿POR QUÉ SE SUICIDAN TANT@S POETAS?
Oficio de locos y visionarios. Cuando a mitad del paso de la tormenta, a través de la negrura brillante de nubes de sangre y pólvora tus retinas reflejan luz y versos de color, el hombre piensa: ¿Qué dice este iluminado?
Si más allá del límite, la visión se expande sobre la esposa y madre, mutiladas por la mano vengativa y cobarde que un día juró caricias. Y anuncia la aurora en la diáspora misma de la noche, ella dice.
-¡No es amor, es muerte!
Si la voz se alza sobre el silencio temeroso, se oye el rumor de susurros entrecortados que gimen impotentes.
-¡No sabe lo que hace!
Despierta el poeta en el ojo mismo del huracán, mira a su alrededor y no hay nadie a mil años luz de distancia. Está solo, hecho de ausencias en la soledad descarnada.
Gabriel Ferrater: el sol vendió su fuego y tú prometiste colmar el vaso. La “hechicera” acudió cuando la llamaste.
John Berryman: Henri te ve llegar, sonriente, irónico. Te encaramas en la barandilla, saludas, saltas y el Missisipi diluye en sus aguas cóleras y resentimientos.
Alfonsina Storrni: amor, mar y muerte. Toda inmensidad, toda océano.
José Agustín Goytisolo: “Palabras para Julia”. Imitas el vuelo del Águila Real, Ícaro romántico que quieres tener el cielo en tus manos y desafías la ley de la gravedad.
Silvia Plath.
Virginia Wolf.
Pedro Casariego.
Kostas Karyotakis.
María Poliduri
Pierre Drieu de Rochelle.
Jack London.
Que intrincado laberinto guarda el nexo entre el suicidio y los poetas ¿quizás el insalvable abismo que existe entre su mundo interior y el mundo que les rodea?
Pedro Ortuño.
Oficio de locos y visionarios. Cuando a mitad del paso de la tormenta, a través de la negrura brillante de nubes de sangre y pólvora tus retinas reflejan luz y versos de color, el hombre piensa: ¿Qué dice este iluminado?
Si más allá del límite, la visión se expande sobre la esposa y madre, mutiladas por la mano vengativa y cobarde que un día juró caricias. Y anuncia la aurora en la diáspora misma de la noche, ella dice.
-¡No es amor, es muerte!
Si la voz se alza sobre el silencio temeroso, se oye el rumor de susurros entrecortados que gimen impotentes.
-¡No sabe lo que hace!
Despierta el poeta en el ojo mismo del huracán, mira a su alrededor y no hay nadie a mil años luz de distancia. Está solo, hecho de ausencias en la soledad descarnada.
Gabriel Ferrater: el sol vendió su fuego y tú prometiste colmar el vaso. La “hechicera” acudió cuando la llamaste.
John Berryman: Henri te ve llegar, sonriente, irónico. Te encaramas en la barandilla, saludas, saltas y el Missisipi diluye en sus aguas cóleras y resentimientos.
Alfonsina Storrni: amor, mar y muerte. Toda inmensidad, toda océano.
José Agustín Goytisolo: “Palabras para Julia”. Imitas el vuelo del Águila Real, Ícaro romántico que quieres tener el cielo en tus manos y desafías la ley de la gravedad.
Silvia Plath.
Virginia Wolf.
Pedro Casariego.
Kostas Karyotakis.
María Poliduri
Pierre Drieu de Rochelle.
Jack London.
Que intrincado laberinto guarda el nexo entre el suicidio y los poetas ¿quizás el insalvable abismo que existe entre su mundo interior y el mundo que les rodea?
Pedro Ortuño.
martes, 28 de abril de 2009
¿COMO ES EL CIELO POR DENTRO?
Una duda existencial me asalta desde hace tiempo.
¿De que color? ¿De que forma? ¿Cómo es el cielo por dentro?
¿De que están hechas sus calles? ¿Cómo son sus viejos templos?
¿Cómo vive allí la gente? ¿Ríen? ¿Lloran? ¿Sienten miedos?
Entré en su página Web por captar alguna idea,
pero es tan enrevesada y me dio tantos problemas
que al final he decidido especular por mi cuenta.
Cojo lápiz y papel, y a ver si salgo de ésta.
Dicen que se van al cielo todos los que fueron buenos,
para vivir, ya por siempre adorando a un Dios eterno.
Mas, a mi eso me mosquea porque, de entrada, no entiendo
que ascetas, asexuados y hasta el mismísimo clero
sean la mejor compañía para tan extenso tiempo.
Anacoretas, meapilas y todo lo que da el género
me aturden y me anonadan. Así que elijo el infierno,
que allí voy a estar de cine, entre whiskys, juego y sexo.
Mas, volvamos a lo nuestro, no nos salgamos del tema.
Otros dicen que allí hay interminables praderas
y eternamente, a caballo, cabalgando irán por ellas.
Pobrecito el animal que aguante sus posaderas,
con tantas ventosidades, en esa eterna carrera.
Lo del avituallamiento lo tiene crudo el colega.
Hay quién afirma también y dice con mucha flema
que se trata de un harén lleno de mujeres bellas.
Con noventa y nueve huríes por barba, dice el Profeta.
Y digo yo; los que no pueden con una, ¿Cómo arreglaran el tema?
¿O será lo que otros dicen? Que quién cruza aquella puerta
nada siente, nada espera, pues sólo una cosa es cierta,
que todo lo envuelve, cubre y llena la muerte negra.
Yo pienso que si es así ¡¡¡Vaya un porvenir de mierda!!!
Luego están esos que llevan la felicidad a cuestas,
el “paz y amor”, las bandurrias, guitarras y panderetas.
Con sus blancas vestiduras recorren pueblos y aldeas
sin dar nunca un palo al agua, y con diez palmos de jeta.
En fin, que cada cual tiene, del cielo su propia idea
y refleja sus tendencias con su conducta en la Tierra,
y hay aquí un crisol de gentes que viven con sus creencias
y esto es un batiburrillo de madre y señora nuestra.
Para echar luz sobre el caso hice una pequeña encuesta.
Elegí un numero impar para que empate no hubiera.
(Descartando a los que hablan con Dios por línea directa)
Veinticinco de la peña aceptaron la propuesta
e hice la misma pregunta que da título al poema.
El resultado fue claro: doce sordos, doce mudos y un “no sabe, no contesta”.
PEDRO ORTUÑO IBÁÑEZ.
Una duda existencial me asalta desde hace tiempo.
¿De que color? ¿De que forma? ¿Cómo es el cielo por dentro?
¿De que están hechas sus calles? ¿Cómo son sus viejos templos?
¿Cómo vive allí la gente? ¿Ríen? ¿Lloran? ¿Sienten miedos?
Entré en su página Web por captar alguna idea,
pero es tan enrevesada y me dio tantos problemas
que al final he decidido especular por mi cuenta.
Cojo lápiz y papel, y a ver si salgo de ésta.
Dicen que se van al cielo todos los que fueron buenos,
para vivir, ya por siempre adorando a un Dios eterno.
Mas, a mi eso me mosquea porque, de entrada, no entiendo
que ascetas, asexuados y hasta el mismísimo clero
sean la mejor compañía para tan extenso tiempo.
Anacoretas, meapilas y todo lo que da el género
me aturden y me anonadan. Así que elijo el infierno,
que allí voy a estar de cine, entre whiskys, juego y sexo.
Mas, volvamos a lo nuestro, no nos salgamos del tema.
Otros dicen que allí hay interminables praderas
y eternamente, a caballo, cabalgando irán por ellas.
Pobrecito el animal que aguante sus posaderas,
con tantas ventosidades, en esa eterna carrera.
Lo del avituallamiento lo tiene crudo el colega.
Hay quién afirma también y dice con mucha flema
que se trata de un harén lleno de mujeres bellas.
Con noventa y nueve huríes por barba, dice el Profeta.
Y digo yo; los que no pueden con una, ¿Cómo arreglaran el tema?
¿O será lo que otros dicen? Que quién cruza aquella puerta
nada siente, nada espera, pues sólo una cosa es cierta,
que todo lo envuelve, cubre y llena la muerte negra.
Yo pienso que si es así ¡¡¡Vaya un porvenir de mierda!!!
Luego están esos que llevan la felicidad a cuestas,
el “paz y amor”, las bandurrias, guitarras y panderetas.
Con sus blancas vestiduras recorren pueblos y aldeas
sin dar nunca un palo al agua, y con diez palmos de jeta.
En fin, que cada cual tiene, del cielo su propia idea
y refleja sus tendencias con su conducta en la Tierra,
y hay aquí un crisol de gentes que viven con sus creencias
y esto es un batiburrillo de madre y señora nuestra.
Para echar luz sobre el caso hice una pequeña encuesta.
Elegí un numero impar para que empate no hubiera.
(Descartando a los que hablan con Dios por línea directa)
Veinticinco de la peña aceptaron la propuesta
e hice la misma pregunta que da título al poema.
El resultado fue claro: doce sordos, doce mudos y un “no sabe, no contesta”.
PEDRO ORTUÑO IBÁÑEZ.
domingo, 29 de marzo de 2009
DEL AMOR PROHIBIDO
DEL AMOR PROHIBIDO De lanza y cuchillo. De abismo y vacío. De yunque y martillo. De ayuno y peligro. De mares en calma. De fuego encendido. De tristes mañanas. Que se han evadido. De lágrimas vivas y leves suspiros. De estepas perdidas. De viñas y olivos. De esperanzas vanas y de arroyos secos. De planicies llanas y escarpados cerros. De abstinencia casta. De whiskys con hielo. De burdel y cama. De rencor y celos. Y de tantas noches de amargos desvelos. Sin ningún reproche. Amándote en sueños. De sábanas frías que hielan el alma si amanece hundida, triste y solitaria. De taco y blasfemia. De música sacra. De oración eterna. De fe renegada. De cuervos que vuelan sin respetar nada y en su pico llevan todas mis entrañas. De burlas procaces que son amenazas, que sombras falaces a menudo lanzan y cuyos mensajes de lleno me alcanzan, y cubren mis tardes de luto, hasta el alba, de un vivir complejo de antifaz o máscara mientras que allá lejos el amor se escapa. Pedro Ortuño |
sábado, 7 de marzo de 2009
Saturado
SATURADO
Ya no “pueo” más Sandalio,
no hay quién aguante a esta gente
Sebastián, esto es un palo.
Venír pa`cá que os lo cuente.
Vamus a “jechar” un trago
qui si tranquilice el vientre
qui está “discandalizado”
con lo del “pograma” ese,
qui hay qui joerse Remigio
lo que sis´cucha en la tele.
Pos, qui si icen qui dijo,
pa que tó el mundo sen`tere
qui mengana a fulaníco
poniéndoselos va en serie,
qui más que los de un toríco,
los dun`semental parecen.
Dimpué se ponen a caldo
iciéndose guarrerías.
¡Qui si tú eres tanto y cuanto!
¡La tuya más qui la mía!
Qui si te pillo te mato.
Y “munchas” más perrerías.
Luego cojo el botoncico
y media “guerta” le doy
pa descansar un poquíco,
y va, y mi sale el Rajoy
y “impieza” a darle al piquico.
Qui si al Zapatero voy
a darle un “güén” repasico
pa qui ande caliente hoy.
Y si pega cuatro horas
qui si negro, qui si blanco,
qui na más qui ice “trolas”
qui si nus está “ingañando”.
“Paíce” que li han dao cuerda.
O una “mesma” letanía.
Que tó lo que “güele” a izquierda
lo deja patas arriba.
Y en estas, va la “Isperanza”
y sa`punta al bombardeo
y a vé quién es el qui aguanta
sin agarrarse un cabreo.
Y es qui con estos “pogramas”
nus están tomando el pelo,
di la noche a la mañana.
Estoy “jarto” de choteo.
El Rivera, La Pantoja,
“Jezulín”, Julián “Muñó”.
¡Qui castigo! ¡Qui congoja!
¡La madre que los parió!
PEDRO ORTUÑO
Ya no “pueo” más Sandalio,
no hay quién aguante a esta gente
Sebastián, esto es un palo.
Venír pa`cá que os lo cuente.
Vamus a “jechar” un trago
qui si tranquilice el vientre
qui está “discandalizado”
con lo del “pograma” ese,
qui hay qui joerse Remigio
lo que sis´cucha en la tele.
Pos, qui si icen qui dijo,
pa que tó el mundo sen`tere
qui mengana a fulaníco
poniéndoselos va en serie,
qui más que los de un toríco,
los dun`semental parecen.
Dimpué se ponen a caldo
iciéndose guarrerías.
¡Qui si tú eres tanto y cuanto!
¡La tuya más qui la mía!
Qui si te pillo te mato.
Y “munchas” más perrerías.
Luego cojo el botoncico
y media “guerta” le doy
pa descansar un poquíco,
y va, y mi sale el Rajoy
y “impieza” a darle al piquico.
Qui si al Zapatero voy
a darle un “güén” repasico
pa qui ande caliente hoy.
Y si pega cuatro horas
qui si negro, qui si blanco,
qui na más qui ice “trolas”
qui si nus está “ingañando”.
“Paíce” que li han dao cuerda.
O una “mesma” letanía.
Que tó lo que “güele” a izquierda
lo deja patas arriba.
Y en estas, va la “Isperanza”
y sa`punta al bombardeo
y a vé quién es el qui aguanta
sin agarrarse un cabreo.
Y es qui con estos “pogramas”
nus están tomando el pelo,
di la noche a la mañana.
Estoy “jarto” de choteo.
El Rivera, La Pantoja,
“Jezulín”, Julián “Muñó”.
¡Qui castigo! ¡Qui congoja!
¡La madre que los parió!
PEDRO ORTUÑO
Tebeo mío
TEBEO MÍO
Pendías de un hilo tejido de ensueños, sujeto a él con una pinza de estrellas que emitía destellos de risas e ilusiones.
Me esperabas en los arrabales de un kiosco forjado a base de fantasías de infancia.
De pronto mi brazo infantil se convertía en castigo de malhechores y truhanes, no existían límites, y la imaginación volaba en frenético sprint hacia espacios donde, mancilladas la justicia y el honor, se esperaba al héroe reparador.
Y la historia se encarnaba en mí.
Las hazañas tomaban mi nombre y yo cabalgaba sobre nubes de espuma, con destino a castillos de princesas encantadas.
Hadas y gnomos saludaban mi llegada.
El oxido del tiempo ha inutilizado los goznes de mis puertas, ha desvencijado mis alas y ha Enmohecido una tras otra mis articulaciones.
Desde el realismo más aplastante, contemplo en vuestras, ya borrosas páginas, a un niño con canas, lleno de arrugas y descartado de espadas justicieras y damas a las que amar con apasionado frenesí.
Pedro Ortuño Ibáñez
Pendías de un hilo tejido de ensueños, sujeto a él con una pinza de estrellas que emitía destellos de risas e ilusiones.
Me esperabas en los arrabales de un kiosco forjado a base de fantasías de infancia.
De pronto mi brazo infantil se convertía en castigo de malhechores y truhanes, no existían límites, y la imaginación volaba en frenético sprint hacia espacios donde, mancilladas la justicia y el honor, se esperaba al héroe reparador.
Y la historia se encarnaba en mí.
Las hazañas tomaban mi nombre y yo cabalgaba sobre nubes de espuma, con destino a castillos de princesas encantadas.
Hadas y gnomos saludaban mi llegada.
El oxido del tiempo ha inutilizado los goznes de mis puertas, ha desvencijado mis alas y ha Enmohecido una tras otra mis articulaciones.
Desde el realismo más aplastante, contemplo en vuestras, ya borrosas páginas, a un niño con canas, lleno de arrugas y descartado de espadas justicieras y damas a las que amar con apasionado frenesí.
Pedro Ortuño Ibáñez
El jubilado
EL JUBILADO
Después de habitar los montes
y las simas más profundas.
De ver el claro horizonte
y la más negra penumbra
y sin pensarlo siquiera
convertir, controvertido
largos días de quimeras,
en un absurdo tiovivo.
Recapacito y entiendo
que hay que ver lo positivo,
es por eso que hoy presiento
que nunca estaré aburrido
pues me ha enseñado su cara
la ociosa jubilación
y, tengo las cosas claras,
he de hallar la solución.
Mas, teniéndola tan cerca
no se por qué me atosigo
si cualquier sombra se aleja
con sólo abrir un buen libro.
Y hay una legión de gente
que siempre va a estar conmigo,
ensanchándome la mente,
enseñándome mil sitios,
mostrándome la manera
de aprovechar bien las horas.
Ni de broma ni de veras
caeré en hastíos ni fobias.
Empezaré mis visitas
por Vicente Blasco Ibáñez
y se hablará en nuestra cita
de cañas, de barro y sangre.
Luego con Miguel Delibes
que me explicará ese día
como pena y como vive
el desdichado Azarías.
Miguel Hernández, seguro,
me ha de invitar a su mesa
para contarme, calculo,
lo de “El Rayo que no cesa”.
Después a Italo Calvino
que en bata y en zapatillas
va a relatarme con tino
“La Gran Bonanza en las Antillas”.
Hasta Carlos Ruiz Zafón
he de acercarme en silencio
y respirar la emoción
de su, “La sombra del viento”.
Dando un gran salto en el tiempo
me encontraré con Homero,
y veréis que en un momento
va a presentarme a Odiseo.
Éste a su vez, por si acaso,
con gran precaución y esmero,
va a llevarme, con cuidado
donde vive Polifemo.
Compartiré “La Odisea”
sobre un mar de aguas serenas
y quietas, donde rielan
estrellas y lunas llenas.
Guiará Dante mi descenso
hasta el mismísimo infierno
y, de verdad, será horrendo
sentir el dolor y el miedo.
De regreso a nuestro siglo
me llegaré hasta D. Pío
para que me preste libros
que me hablan del pueblo mío,
porque quiero conocer
con interés y sosiego
la historia y el parecer
de los yeclanos labriegos.
Hechos de luto y de llanto,
de silencios seculares,
de muy duros desencantos,
de agua bendita y altares.
De ese “¿Qué vamos a hacer?”
que se ahogaba en sus gargantas,
de esos “pues vamos a ver”,
llenos de paciencia innata.
José Luís Castillo Puche
me atenderá muy contento
para decirme que luche
contra la lluvia y el viento,
pues por todo hay que luchar
para conseguirlo todo,
para evitarnos andar
luego, “Con la muerte al hombro”.
Me dicen y me comentan
los recientes jubilados
que el aburrimiento aumenta
cuando estás ya sin trabajo.
Pero a mi me han dicho todos
los que de verdad lo saben.
Se aburren por que están solos,
porque no tienen a nadie.
PEDRO ORTUÑO
Después de habitar los montes
y las simas más profundas.
De ver el claro horizonte
y la más negra penumbra
y sin pensarlo siquiera
convertir, controvertido
largos días de quimeras,
en un absurdo tiovivo.
Recapacito y entiendo
que hay que ver lo positivo,
es por eso que hoy presiento
que nunca estaré aburrido
pues me ha enseñado su cara
la ociosa jubilación
y, tengo las cosas claras,
he de hallar la solución.
Mas, teniéndola tan cerca
no se por qué me atosigo
si cualquier sombra se aleja
con sólo abrir un buen libro.
Y hay una legión de gente
que siempre va a estar conmigo,
ensanchándome la mente,
enseñándome mil sitios,
mostrándome la manera
de aprovechar bien las horas.
Ni de broma ni de veras
caeré en hastíos ni fobias.
Empezaré mis visitas
por Vicente Blasco Ibáñez
y se hablará en nuestra cita
de cañas, de barro y sangre.
Luego con Miguel Delibes
que me explicará ese día
como pena y como vive
el desdichado Azarías.
Miguel Hernández, seguro,
me ha de invitar a su mesa
para contarme, calculo,
lo de “El Rayo que no cesa”.
Después a Italo Calvino
que en bata y en zapatillas
va a relatarme con tino
“La Gran Bonanza en las Antillas”.
Hasta Carlos Ruiz Zafón
he de acercarme en silencio
y respirar la emoción
de su, “La sombra del viento”.
Dando un gran salto en el tiempo
me encontraré con Homero,
y veréis que en un momento
va a presentarme a Odiseo.
Éste a su vez, por si acaso,
con gran precaución y esmero,
va a llevarme, con cuidado
donde vive Polifemo.
Compartiré “La Odisea”
sobre un mar de aguas serenas
y quietas, donde rielan
estrellas y lunas llenas.
Guiará Dante mi descenso
hasta el mismísimo infierno
y, de verdad, será horrendo
sentir el dolor y el miedo.
De regreso a nuestro siglo
me llegaré hasta D. Pío
para que me preste libros
que me hablan del pueblo mío,
porque quiero conocer
con interés y sosiego
la historia y el parecer
de los yeclanos labriegos.
Hechos de luto y de llanto,
de silencios seculares,
de muy duros desencantos,
de agua bendita y altares.
De ese “¿Qué vamos a hacer?”
que se ahogaba en sus gargantas,
de esos “pues vamos a ver”,
llenos de paciencia innata.
José Luís Castillo Puche
me atenderá muy contento
para decirme que luche
contra la lluvia y el viento,
pues por todo hay que luchar
para conseguirlo todo,
para evitarnos andar
luego, “Con la muerte al hombro”.
Me dicen y me comentan
los recientes jubilados
que el aburrimiento aumenta
cuando estás ya sin trabajo.
Pero a mi me han dicho todos
los que de verdad lo saben.
Se aburren por que están solos,
porque no tienen a nadie.
PEDRO ORTUÑO
HOY QUIERO ESCRIBIR…
Hoy quiero escribir mi gran poema. Justo, ese que llevo buscando durante tanto tiempo.
El que altere la sensibilidad de quienes lo lean.
El más sublime.
El más profundo.
De manera, que hoy voy a poner la funda al teclado, a cerrar la libreta, a guardar el bolígrafo.
Voy a abdicar de mi cómoda condición de pequeño burgués, a ponerme las vestiduras de los desnudos, a perderme entre los desheredados y hambrientos y a exilarme con los exilados.
Dejaré de mirar mi propio ombligo y compartiré con ella trabajos y obligaciones. Las tareas del hogar será cosa de ambos por igual.
No sólo querré ser escuchado, sino que aprenderé a escuchar. Y respetaré, a más de ser respetado.
Renunciaré a la estúpida vanidad de ser la cima y me insertaré en la base de las sonrisas francas, sinceras.
Olvidado de oscuros deseos, aventaré miradas blancas.
Dejaré de usar el codo, para extender la mano abierta.
Hay materia para la excelente poesía.
Mas ¿tendré la suficiente decisión, talento y valor para plasmarla?
Pedro Ortuño Ibáñez.
Hoy quiero escribir mi gran poema. Justo, ese que llevo buscando durante tanto tiempo.
El que altere la sensibilidad de quienes lo lean.
El más sublime.
El más profundo.
De manera, que hoy voy a poner la funda al teclado, a cerrar la libreta, a guardar el bolígrafo.
Voy a abdicar de mi cómoda condición de pequeño burgués, a ponerme las vestiduras de los desnudos, a perderme entre los desheredados y hambrientos y a exilarme con los exilados.
Dejaré de mirar mi propio ombligo y compartiré con ella trabajos y obligaciones. Las tareas del hogar será cosa de ambos por igual.
No sólo querré ser escuchado, sino que aprenderé a escuchar. Y respetaré, a más de ser respetado.
Renunciaré a la estúpida vanidad de ser la cima y me insertaré en la base de las sonrisas francas, sinceras.
Olvidado de oscuros deseos, aventaré miradas blancas.
Dejaré de usar el codo, para extender la mano abierta.
Hay materia para la excelente poesía.
Mas ¿tendré la suficiente decisión, talento y valor para plasmarla?
Pedro Ortuño Ibáñez.
Abúlico
Ansí, medio ripantigao
y viendo volar las moscas,
con el cigarro apagao,
más aburrío qu`una ostra.
Allí en el sofá, tirao
y sin ganas, (qui esa es otra),
ni de cambiarme de lao,
voy istirando las horas.
La Tomasa va y me ice
que soy más vago cu`n guardia
pos no me muevo un “apíce”
ni an`que me lo mande el Papa,
qes`ta jasta las narices
de que no menee las patas
y que na más ca`terrice
ende el sillón a la cama.
Pero ¿es qui no ves neníca
que tu marío no es vago?
Qui lo qui pasa, boníca
es qui siempre estoy pensando,
pa podel jacerte rica
in menos qui canta un gallo.
Pos no es esa, cosa chica
ni cuesta poco “trebajo”.
Llevo ya unos cuantos días
cavilando “ensemismáo”
(Porque esta crisis jodía
me tié medio encabronao)
qui rimedio encontraría.
(Porqui esto es mu delicao)
pa ganarme bien la vía
sin terminar “eslomao”.
Y pué ser qui haya acertao
en el mesmésimo blanco,
pos too está solucionao
si hago un atraco en el banco.
Que`l refrán tiene razón
y es justo y mu verdadero.
Tié cien años de perdón
to aquel que roba a un ratero.
Pero me ice mi esposa
Que ¿pa qué arriesgarse en vano?
qui li eche morro a la cosa
y ma punte al “Gran Hermano”.
y viendo volar las moscas,
con el cigarro apagao,
más aburrío qu`una ostra.
Allí en el sofá, tirao
y sin ganas, (qui esa es otra),
ni de cambiarme de lao,
voy istirando las horas.
La Tomasa va y me ice
que soy más vago cu`n guardia
pos no me muevo un “apíce”
ni an`que me lo mande el Papa,
qes`ta jasta las narices
de que no menee las patas
y que na más ca`terrice
ende el sillón a la cama.
Pero ¿es qui no ves neníca
que tu marío no es vago?
Qui lo qui pasa, boníca
es qui siempre estoy pensando,
pa podel jacerte rica
in menos qui canta un gallo.
Pos no es esa, cosa chica
ni cuesta poco “trebajo”.
Llevo ya unos cuantos días
cavilando “ensemismáo”
(Porque esta crisis jodía
me tié medio encabronao)
qui rimedio encontraría.
(Porqui esto es mu delicao)
pa ganarme bien la vía
sin terminar “eslomao”.
Y pué ser qui haya acertao
en el mesmésimo blanco,
pos too está solucionao
si hago un atraco en el banco.
Que`l refrán tiene razón
y es justo y mu verdadero.
Tié cien años de perdón
to aquel que roba a un ratero.
Pero me ice mi esposa
Que ¿pa qué arriesgarse en vano?
qui li eche morro a la cosa
y ma punte al “Gran Hermano”.
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