jueves, 27 de octubre de 2011

TONALIDADES

TONALIDADES

Los azulejos de la entrada, así como los de la habitación de la izquierda se han despegado de la pared y están a punto de venirse abajo.
Yo comenté la conveniencia de colocar otros nuevos, sólo, que mezclando entre sí diferentes y variopintos colores. Ella me miró asombrada y dijo con razón.
-¡Sí hombre! Tú estás loco ¿Cómo se van a poner azulejos de diferentes colores? Hay que colocar unos que hagan juego con el color de la pared.
El color de la mitad superior de la pared es de un tofe deslavazado y uniforme que se alarga a la vista y se prolonga estático en el tiempo.

Recuerdo mis años adolescentes, en ellos disfrutaba de la variedad de los tonos y me extasiaba en los campos con la policromía del cereal o el verdor de la alfalfa. Cuando iba a ver una película me fijaba en los colores. Color por Technicolor, color por De luxe, Etsmancolor. El primero y el segundo eran muy similares sólo que el De luxe tenía más brillo y se utilizaba, mayormente, en los Westerns. Mientras que el primero lo identificaba con las “pelis” de romanos y espadachines. El Etsmancolor era puro romántico, predominaba el violeta claro, el morado y las tonalidades azuladas que resultaban ideales para adornar los suntuosos vestidos de princesas, caballeros y reyes.
Si la cinta era en blanco y negro, a mí se me antojaba que la habían emborronado de grises aburridos y comenzaba a añorar los valles y los prados verdes de hierba y amarillos de sol.
En aquellos prospectos de mano, donde, en el anverso venía la carátula y en el reverso los créditos y, abajo, al final, el odiado “Autorizada para mayores”, yo siempre buscaba la modalidad del color.

Hoy es difícil, entre el negruzco humo de los tubos de escape y el ocre agresivo del estrés hallar un contexto determinado donde revoloteen aquellos colores de antaño. Como extravagante resulta que yo diserte sobre colores cuando las circunstancias, aliadas con el paso del tiempo, me han convertido en un impávido daltónico.

Viento de Levante

NUBES

NUBES

Como enormes manchas tristes
nubes vienen, nubes van,
pintando de tonos grises
la bóveda celestial.
Su lento vuelo dirigen
cruzando el mar de Alborán
y los del tiempo nos dicen
que muy pronto lloverá.
Galerna en el norte, cierto,
pues allí es habitual
pero en el sureste seco
ni cuatro gotas caerán.
Por Levante, el aguecero
con furia descargará.
En La Mancha, bajo cero
y en el centro nevará.
Fuertes tormentas y viento
en el sur padecerán.
Predicción que, de momento,
cumpliéndose al punto está.

Mas, ¿Quién predijo en mi alma
tan horrendo temporal?
¿Quien avisó en su proclama,
de este negro vendaval?
Ésto, yo no lo esperaba,
fue una burla del azar
por eso no supe nada
de mi cruda realidad.
En mi universo de amores
faltaba el pan y la sal
y un cascabeleo de soles
disfrazaba la verdad.
Que iba a verme sin colores,
huérfano en la oscuridad,
sin versos y sin acordes,
sin música y sin cantar.


De un cielo lleno de estrellas
y una luna de marfil
contigo reinando en ellas
y siendo yo el más feliz.
De una coartada perfecta
para acercarme hasta ti
con una sonrisa abierta
y un ramito de alhelí.
De sembrar desde mi huerta
brotes de rosa y jazmín
que llegan hasta tu puerta,
para ti, mi emperatriz.

Pienso que, de todo esto
a sentirme abandonado
media un descomunal trecho
oscuro e intransitado,
pues si a vivir sin tus besos
tú me hubieses enseñado
hoy no me sentiría preso
ni en la espesura encerrado

Y la meteorología
que vi en la televisión
no me anunciara aquel día
que herido quedaba yo,
ya que si quien predecía
hubiese puesto atención
al chaparrón que venía
el daño fuese menor.

Viento de Levante

miércoles, 26 de octubre de 2011

TARDE

Tarde

Tarde llegó la amanecida.
Tarde despertó a los soles.
Tarde fue su “pronto”.
Tarde alargó su mano.
Tarde accedió a los besos.
Tarde atrapó los sueños.
Tarde le cegó la luz.

Tarde… demasiado tarde.
Tarde comenzó a ser joven.
Tarde contó sus arrugas.
Tarde le arañaron las zarzas.
Tarde tendió el paso.
Tarde descubrió el color.
Tarde regresó al camino.

Tarde entendió que era tarde.
Tarde se ajustó el chaleco antibalas.
Tarde intentó protegerse en la trinchera.
Tarde sintió el mordisco de su herida.
Tarde quiso detener la hemorragia.
Tarde era para continuar en pie…
y tarde para seguir respirando.

Viento de Levante

CERRADO POR REFORMAS

CERRADO POR REFORMAS

La casita era preciosa. Situada en un paraje idílico estaba rodeada de pinares y en las suaves laderas de los montecillos que salpicaban el contorno crecían toda clase de plantas aromáticas. Era un espacio que, al contemplarlo, inducía a evocar el lugar donde, en su tiempo, debiera estar ubicado el Paraíso Terrenal. Desde la terraza que daba acceso a la entrada principal se gozaba de una maravillosa vista al mar Mediterráneo, cuyas olas acariciaban la breve cala y morían en su playa particular que se extendía a pocos metros de los tres escalones de mármol que accedían a dicha terracita. A su favor obraba el hecho de su reciente construcción. Era un lugar ideal que exhalaba frescura y juventud bellísima por sus cuatro lados.
Habitaba yo una vivienda que conservaba los esquemas de esas casonas que suelen ser características en las poblaciones rurales del interior del país. Paredes gruesas para defenderse del frío, suelos desgastados por las pisadas de tantas generaciones que la habitaron y puertas que gruñían, simulando lastimeras quejas, al empuje de cualquier pequeña ráfaga de viento. Un paisaje plano a base de edificaciones sin relieves y con las mismas hechuras que la mía, configuró en mí, un estado de ánimo adverso a continuar viviendo encerrado en la imaginaria penitenciaría que mi mente fabricó para mi desasosiego.
Impelido por el deseo de lo nuevo, decidí investigar la posibilidad que tendría de adquirir la casita que, junto al mar, tanto me había deslumbrado. Valiéndome de mi experiencia en el tema de la construcción decidí echarle un vistazo de cerca para cerciorarme de su estado general. Me dijeron que aquella edificación era un producto más de la especulación inmobiliaria. Que había sido deficientemente tratada por su constructor que había obviado, quizás por descuido, las normas esenciales que contempla la ley de costas. Y ahora, para ser habitada, había que eliminar ciertos obstáculos que la situaban fuera de esa ley. Me inquietó un eslogan que, escrito en un azulejo, en el lado izquierdo del dintel de la entrada, rezaba “A la larga, lo dulce amarga”.
Pregunté busqué e insistí en dar con quién me dejase una llave para entrar en su interior. Lo conseguí. Y decidido a reformar lo que fuese menester para obtener su certificado de legalidad examiné palmo a palmo cada estancia de la casita. Toda ella era una verdadera preciosidad, una inmensa gama de desconocidos y hermosos colores. Pero a poco de estar revisando su estructura entendí con todo el dolor de mi corazón que nunca podría habitar en aquel edén ¿la causa? Sus pilares maestros estaban cuarteados. Si me quedaba a vivir allí, indudablemente, cualquier día aquella casa se me vendría encima y me mataría por aplastamiento.

Triste y abatido, devolví la llave y con la certeza de que jamás olvidaría la felicidad que pudo haber supuesto vivir allí, regresé a mi casa del pueblo, la cual, con sus gruesas paredes, su suelo desgastado y sus puertas desajustadas, seguía manteniendo la fortaleza inamovible de su pilar maestro y, en consecuencia, la seguridad que ello me proporcionaba.

Viento de Levante